La semilla de marañón, una alternativa de mujeres rurales en la Península de Cosigüina
En la Península de Cosigüina, a 70 kilómetros de la ciudad de Chinandega, un grupo de mujeres organizadas en la Asociación Intercomunitaria para el Desarrollo Estratégico de la Península Cosigüina (AIDEPEC), trabajan arduamente en el procesamiento artesanal de la semilla de marañón, un cultivo alternativo que además de generar ingresos es amigable con el ambiente, por ser un medio que permite mantener las plantas en producción y a la vez generar oxigenación.
Petrona Pérez, coordinadora de AIDEPEC, relata que son 33 mujeres, de las cuales 15 desempeñan el trabajo de descortezado y procesamiento de la semilla, en el horneado también se involucran hombres.
La iniciativa surge a finales de los años 90 cuando la Cuenta Reto del Milenio apoyaba diversas iniciativas agrícolas en la zona de occidente. Petrona relata que al inicio tuvieron también el apoyo de otras organizaciones que promovían el desarrollo de las comunidades asentadas en la península.
“Con la iniciativa de marañón construimos la bodega, ya teníamos las plantaciones porque una parte de los cultivos los trabajamos con el apoyo de la Cuenta Reto del Milenio, y con la organización Amigos de la Tierra trabajamos otros viveros”, relata Petrona. Asegura además que para el año 2009 ya contaban con la sala de procesamiento para la semilla.
En los últimos años AIDEPEC ha estado trabajando estrechamente con la Coordinadora de Mujeres Rurales (CMR), organización miembro de la ENI, con la cual actualmente están implementando procesos de capacitación para el empoderamiento de mujeres, paralelamente planes de acción de cara a la sostenibilidad de la iniciativa del marañón en medio de las crisis económica y sanitaria que asolan al país.
Buena producción
De acuerdo con Petrona Pérez, en lo que va del 2021 ha habido buena producción, “los productores han tenido bastante ganancia porque han vendido bastante, solo de los socios han salido más de 900 quintales de marañón, este año” asegura, a la vez que agrega que aún hay mucho marañón en las parcelas.
Petrona refiere que cada socia, socio o productor, tiene sus plantas de marañón en sus parcelas, “cada quien ha sembrado sus plantaciones, las cuida y le vende la cosecha a la asociación”, explica que la semilla se acopia en la asociación para su posterior horneado, descortezado y empacado, desde donde luego se comercializa. Confiesa que a veces hay dificultades porque no tienen la suficiente capacidad para comprar todo el producto por lo que algunos productores deben venderlos a otras personas.
“Para acopiar la cantidad de producto que ellos tienen, la asociación necesita unos 21,000 dólares para acopiar en las dos temporadas porque se acopian en febrero, marzo y mayo”, explica Petrona.
La coordinadora de AIDEPEC explica que para el procesamiento de las semillas, poseen muchas fortalezas, pero la crisis económica es lo que no les permite crecer, pese a que es un rubro muy cotizado. “Tenemos la capacidad organizativa, hay capacidad de entendimiento y buenas condiciones de infraestructura, lo que no hay es un fondo para acopiar suficientes productos”, advierte.
¿Qué pasa con la pulpa de marañón?
Si bien el fruto del marañón también puede ser procesado, este requiere de una inversión mayor, Petrona cuenta que se tenía la idea de hacer vino, pero no poseen las capacidades y condiciones “es demasiado la cantidad que sale, se debe tener un capital mayor para hacer todo el proceso”, asegura. Sin embargo, la pulpa la aprovechan como alimento para los animales.
Una planta perenne
El marañón es un árbol perenne que se da muy fácilmente en el clima cálido de la región, produce un impacto ambiental positivo, dado que sirve para reforestar. Antes de la iniciativa, el marañón era sembrado como parte de los árboles frutales, para sombra o como cercas vivas, sin embargo con la iniciativa se ha descubierto su potencial comercial, así como las técnicas para el procesamiento. En la zona que comprende la Península de Cosigüina tradicionalmente se siembra maíz, ajonjolí, sorgo y algunas hortalizas. Lo que hacen las mujeres es no solo una actividad de generación de ingresos con un producto no tradicional, es también una alternativa ambiental viable que vale la pena expandir.