Mujeres rurales de Occidente resisten en medio de las dificultades

Con muchas dificultades, con pocos recursos y a pequeña escala, pero sin declinar. Así producen un grupo de mujeres de Chinandega en medio de un contexto adverso que les ha mermado las oportunidades de crecimiento y desarrollo.  Pese a todo, la vida sigue y hay que producir para vivir, parece ser la filosofía de este grupo de mujeres rurales organizadas en una cooperativa de pequeñas productoras en el occidente de Nicaragua.

Trabajan organizadas y sin parar, como las hormigas. Siembran, cosechan y comercializan, también dan valor agregado a parte de lo que producen, procesando algunos productos como mermeladas, vino, pasta de ajo, chileros y otros encurtidos.

Ellas son un grupo de mujeres de la comunidad San Juan de las Pencas ubicada a 38 kilómetros de la ciudad de Chinandega. Están produciendo, principalmente plátanos, maíz y hortalizas, además de otros rubros. Adicionalmente varias de las socias tienen sus propios huertos de patio para el consumo familiar.

Se trata de la Cooperativa Multisectorial Mujeres en Acción, de la que Liseth Escalante es vicepresidenta.

Liseth relata que todo iba viento en popa, con dificultades, pero las cosas marchaban bien. Sin embargo a raíz del cierre de las organizaciones que les apoyaban técnica y financieramente la situación de estas mujeres cambió bruscamente. No obstante, la mayoría no se amilana y continúan, en medio de las limitaciones, produciendo y buscando nuevas alternativas de subsistencia.

“Con el cierre de las organizaciones nos quedamos sin proyectos, pero contamos con un pequeño fondo revolvente, del cual le damos pequeños créditos a las socias para la producción o para darle valor agregado a lo que producen” comentó Liseth.

“Tenemos una manzana de tierra a nombre de la cooperativa y ahorita tenemos producción de plátanos” relató entusiasmada, pese a la compleja situación que atraviesan. Agregó que para sacar la cosecha “nos organizamos como colectivo, vamos juntas, nos dividimos por cuadrillas”.  Sin embargo ya la plantación de plátanos está caducando, este es el último de los tres años consecutivos que producen con la misma plantación. Liseth comenta que ya toca renovarla, es decir, cortar todas las plantas viejas y sembrar nuevas, para lo que ya también se están organizando.  Así trabajan, unidas, sin dormirse en sus laureles y viendo hacia el futuro.

Resistir a las adversidades reinventándose

La cooperativa tiene 45 socias, pero actualmente están trabajando solo 25, dado que las demás por diversos factores adversos propios del contexto, se han visto obligadas a retirarse e incluso a emigrar. Liseth explica que “hemos bajado el nivel de participación, por ahora solo habemos 25 mujeres activas, las otras están algo dispersas, algunas incluso han emigrado fuera del país, principalmente a Costa Rica, España y Estados Unidos”.

Sin embargo, asegura que las que han quedado siguen trabajando activas y fortalecidas, reinventándose, buscando nuevas alternativas de subsistencia para capitalizar los pocos recursos con que cuentan.

“Como colectivo estamos haciendo productos de agroindustria; hacemos vino, mermelada, pasta de ajo y encurtidos” asegura Liseth, pero eso no es todo, ella también comenta que organizan bazares en los que venden ropa y otros productos, “la gente de la comunidad son nuestros clientes, la misma comunidad nos compra los productos” asevera.

Paralelamente cada socia, de manera particular y para aportar un poco más a la economía del hogar, están sembrando maíz, tomates, chiltomas, berenjenas yuca, camote y cítricos, y un poco a mayor escala, pipianes y ayotes, lo que comercializan, algunas en la misma comunidad y otras salen a vender sus productos hasta el mercado de la ciudad de Chinandega.

Varias de estas mujeres tienen sus propios huertos y parcelas, pero no todas tienen tierra propia, algunas siembran en tierras prestadas principalmente por parientes, otras alquilan para poder producir. “Lo que más predomina son pequeñas parcelas, hay más mujeres con esos espacios pequeños; pero las que siembran los rubros como maíz, sorgo y ajonjolí, tienen que alquilar la tierra” explica Liseth. Sin embargo a estas últimas les toca trasladarse a 8 kilómetros de la comunidad, en dirección al volcán San Cristóbal, pues es ahí donde alquilan las tierras donde producen.

Pero dada la difícil situación económica, el cierre de las organizaciones que les apoyaban, además de la falta de oportunidades, los esfuerzos que hacen como colectivo, no son suficientes, por lo que estas mujeres tienen también que buscar otras alternativas de ingresos.

Liseth relata que eso obliga a muchas de ellas a buscar trabajo en la siembra y cosecha de maní en empresas productoras de este rubro. “Cerca de la comunidad hay una empresa manicera, que ofrece trabajo de junio a diciembre para la siembra y la limpia del maní”. Liseth asegura que ahí mayoritariamente buscan mujeres tanto para la temporada de siembra como para la cosecha.

Sin embargo resaltó que la mayor dificultad es el trato que reciben, pues tienen que permanecer en sus labores y no les dan permiso para ir a las reuniones y actividades de la cooperativa, “incluso, no les dan permiso ni para ir al médico, no tienen permitido ni eso, porque la que pide permiso o pierde un día la corren”, aseguró.

La situación se agravó recientemente en la comunidad porque una finca bananera cercana, donde trabajaba una gran parte de los habitantes de San Juan de las Pencas, despidió a muchos de sus trabajadores, quedando más de 100 personas desempleadas, muchos de estos parientes de las mujeres de la cooperativa, “ahí trabajaban el marido, los hijos o sobrinos de algunas socias, y eso era un dinero extra”, explicó que aunque algunas  mujeres tienen sus pequeñas parcelas, lo que producen no es suficiente, se requieren otros ingresos para suplir todas las necesidades, “al quitar ese ingreso, algunas mujeres que nunca habían trabajado en el maní, tuvieron que irse a trabajar al maní, eso ha hecho que no estemos todas, pero a pesar que no estamos todas, seguimos trabajando, seguimos produciendo” aseguró.

Las que migraron estaban en situación más critica

Liseth asegura que las mujeres de la comunidad que han emigrado, son parte de las mujeres sin tierra o que se quedaron sin trabajo. “ha habido socias que se han ido incluso con sus hijos” afirmó. Aseguró que la cooperativa ha tenido “varias bajas”, y que solo para los Estados Unidos ya se han ido cinco socias, sin meter a otras mujeres de la comunidad que se han ido, explicó que eso repercute en las otras socias desde el punto de vista que a veces se va la más joven de la familia, pero la mayor, que también es socia, deja de participar en la cooperativa porque se queda cuidando a los niños de la que se fue.

Mujeres resisten porque tienen una base muy sólida

Liseth explicó que las mujeres de San Juan de la Penca están organizadas desde el año 2009, y que a lo largo de los años, junto a la Coordinadora de Mujeres Rurales, recibieron capacitaciones sobre temas para el crecimiento personal, entre estos autoestima, feminismo, prevención de la violencia, pero además se ha involucrado a los hombres en el abordaje de las nuevas masculinidades, todos estos procesos han empoderado a las mujeres de la cooperativa, pero también hay un alto nivel de participación de los hombres en los roles del cuido del hogar.

“Hay muchas familias donde todos se involucran en el trabajo, y da gusto ver como todos colaboran” aseveró Liseth, añadió que “un logro primordial es que anteriormente no nos reconocíamos como mujeres productoras, ahora reconocemos que somos productoras y aportamos a la economía de nuestras familias, de nuestra comunidad y de nuestro municipio”.

“Desde que cerraron las organizaciones que nos apoyaban, nosotras hemos dicho que no nos vamos a quedar ahí nomás, y aunque quedemos unas pocas, vamos a seguir y la cooperativa no se va caer”, concluyó Liseth.

 

 

 

 

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