Yorling Velázquez: “Las mujeres debemos perder el miedo”
Hace cuatro años Yorling Velázquez no poseía tierra propia. Ni ella, ni su compañero de vida. Para poder sembrar y cosechar, cada año alquilaban una manzana de tierra. Así vivieron 10 años, hasta que en 2017 ella fue beneficiada por la Cooperativa Agropecuaria Multisectorial Orfilia Vásquez R.L. (COOPAMOV) con un crédito para comprar una manzana de tierra.
La COOPAMOV, es una cooperativa que desarrolla, con el apoyo de Trócaire, organización miembro de la ENI, programas que ofrecen créditos a mujeres rurales para la compra de tierra. La COOPAMOV tiene sede en Ocotal, cabecera departamental de Nueva Segovia, y da cobertura a comunidades rurales de Jalapa, El Jícaro y Ciudad Antigua, también municipios del mismo departamento.
Yorling tiene 33 años y vive con su compañero y sus dos hijos en Guanacastillo, una comunidad rural del municipio de El Jícaro.
Ella cuenta que durante los años que vivieron alquilando, para poder garantizar la siembra y otras necesidades del hogar, su compañero cada año se iba a trabajar durante 6 meses a Costa Rica, “él me enviaba dinero para asegurar la siembra y la cosecha de maíz y frijoles, pagar el alquiler de la tierra y comprar otros productos para la familia” relata.
La historia de Yorling, se remonta más atrás, ella narra cómo era su vida antes de casarse y antes de tener tierra propia; cómo fue el proceso para adquirirla y como vive ahora.
De su infancia y adolescencia, refiere que no conoció a su padre porque las abandonó. Ella y sus hermanas fueron criadas por su abuela, dado que su madre trabajaba fuera; “mi mamá era muy pobre. Ella trabajaba de cocinera y nosotras fuimos criadas por mi abuelita porque mi mamá siempre estaba trabajando”.
“Cuando me casé, mi marido no tenía tierra” afirma, y asegura que desde entonces empezaron a alquilar tierra para poder producir. Uno de sus sueños era precisamente tener tierra propia algún día. “Nos poníamos a platicar y yo le decía a mi esposo: ´ojalá algún día tengamos una manzana de tierra´; ´algún día´ me decía él”.
Llegó la oportunidad esperada
Yorling cuenta que un día decidió preguntarle a una vecina que siempre miraba pasar, donde iba con tanta frecuencia, y ella le contó que se había asociado a una cooperativa y que asistía a reuniones. Le explicó sobre los créditos que la cooperativa otorgaba y la invitó a una de las reuniones.
“Me fui con mi vecina a la reunión, con temor, porque uno tiene miedo de meterse en jaranas” recuerda Yorling. Refiere que los técnicos le explicaron que el crédito era para mujeres y a un plazo de 5 años, “llegué a la casa y le platiqué a mi marido” afirma.
Yorling confiesa que aunque la idea era atractiva, al principio sintió temor porque no sabía si podría juntar el dinero para pagar las cuotas, sin embargo asegura que su compañero la animó, “yo le voy a ayudar a pagar las cuotas, anótese”, recuerda que le dijo. “Fue ahí cuando yo me animé, agarré fuerza y valor, y me anoté” asegura ella.
Así fue que Yorling accedió al crédito y ahora tiene tierra propia. La cooperativa pagó al vendedor y ella está pagando a la cooperativa en 5 cuotas anuales.
“Antes era más difícil para nosotros porque alquilábamos y teníamos que buscar el dinero para pagar; ahora es diferente porque yo entro y salgo de mi tierra cada vez que quiero. Antes teníamos que buscar dinero para pagar el alquiler, ahora usamos ese dinero para ir pagando las cuotas” afirma Yorling.
Actualmente Yorling, además de cultivar su propia tierra, su compañero alquila otra manzana para generar más ingresos.
“Desde que alquilábamos, me he hecho cargo de que la tierra produzca” afirma Yorling. Recuerda que cuando su compañero se iba a Costa Rica, ella quedaba a cargo de la siembra, el mantenimiento y la cosecha, “eso lo sigo haciendo, pero ahora ya en lo mío” dice orgullosa.
Yorling y su compañero siembran principalmente maíz y frijoles, pero ella, con el apoyo de la COOPAMOV, ha diversificado sus cultivos, “yo he sembrado plátanos, yuca, ayote, pipianes y pepinos para el consumo, aunque si alguien en la comunidad necesita, yo les vendo” comenta. Añade que además ha ido sembrando frutales, entre otros, aguacate y naranjas, y la cooperativa les ha ayudado a construir una patastera y a plantar maracuyá.
Aprendizajes y cambios
Desde que tiene tierra propia, la vida de Yorling y su familia ha dado un giro positivo. “Ha cambiado todo. Primero, ya no alquilo. El dinero que antes usaba para alquiler ahora lo uso para el pago de la cuota de la tierra o para comprar otras cosas” reitera.
Pero también asegura que ha tenido la oportunidad de hacer mejoras en su casa, además de adquirir algunos muebles y electrodomésticos que antes no tenía, “todo eso ha salido de la misma tierra” asegura.
“Estamos pagando las cuotas y, gracias a Dios, vamos bien. Si no fuera por el apoyo de mi marido, no tendría esa tierra porque él me ha ayudado con dinero para pagar la cuota que me toca cada año” dice Yorling. “Me siento agradecida, doy gracias a Dios porque cumplí mi sueño de tener mi tierra” asevera.
“Hay que perder el miedo”
Yorling asegura que para que más mujeres sean propietarias de recursos, deben perder el miedo y desprenderse de la idea de que no son capaces. El segundo paso, según sus palabras, es ponerse de acuerdo con el marido y los hijos. “No hay que tener miedo, hay que salir adelante, hay que tomar el riesgo de tener una deuda, si no, no se hace nada; hay que planificar cómo manejar los ingresos” explica.
Aunque también reconoce que para muchas mujeres es más difícil por la actitud machista de muchos hombres que aun piensan que la tierra debe estar a nombre de ellos.
El entusiasmo de Yorling es inmenso. Ella tiene en su mente, una vez que termine de pagar, obtener otro crédito para comprar una manzana más, “me gustaría tener otra manzana de tierra pero para sembrar café; con dos manzanas me conformo, una para maíz y frijol, y otra para café, para así tener más productos para vender” afirma.
“Ya tengo que heredarle a mis hijos”
Para Yorling la condición de tener tierra propia es un gran privilegio porque le garantiza el futuro a su hija e hijo, pues afirma que no desea que a ellos les pase lo mismo que a sus padres, “que no les pase lo que nos pasó a nosotros que no teníamos nada” reconoce.
Por otra parte Yorling piensa que se debe ir rompiendo con la idea de que la tierra es para los hombres, porque las oportunidades deben ser iguales tanto para varones como para mujeres. Al respecto refiere: “Los varones casi siempre quieren más de la cuenta, pero yo pienso que dejaría la mitad para cada uno, y si mi hija en algún caso quiere vender su parte, se la puede vender al hermano, pero ambos recibirían partes iguales.”
Aunque también asegura que les inculca a sus hijos la cultura del ahorro con el fin de que adquieran su propia tierra, “yo les digo que recojan dinero y compren una tierra propia por aparte, por lo menos una manzana para cada uno”.